Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo, sabiendo que haciendo esto, no hay caminos para la paz; cuando la paz es el propio camino."
Es bien cierto que en todas las guerras los máximos dirigentes y responsables finales de los atroces asesinatos tanto de soldados como de civiles que casi siempre son los más perjudicados en estos conflictos, siempre encomiendan a Dios sus crimenes, para tener sus conciencias aparentemente lavadas y limpias de gérmenes, pero a la postre, siempre serán asesinos crueles y despiadados, porque con sus órdenes, matan a ciudadanos indefensos, mujeres, hombres, niñas y niños, sin importarles para nada el sufrimiento ni el dolor, solamente les interesa el poder que puedan anexionar o el territorio que puedan conseguir.
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